El Senado absolvió el sábado a Donald Trump de incitar al horrible ataque al Capitolio de Estados Unidos, concluyendo un histórico juicio político que expuso la fragilidad de las tradiciones democráticas de Estados Unidos y dejó a una nación dividida para aceptar la violencia provocada por la derrota del expresidente.
Apenas un mes después del mortal motín del 6 de enero que asombró al mundo, el Senado se reunió en una rara sesión el sábado para emitir su veredicto, votando mientras las tropas armadas de la Guardia Nacional continuaban en sus puestos frente al emblemático edificio.
El juicio rápido, el primero de un expresidente en la nación, mostró cuán cerca habían estado los invasores de destruir la profunda tradición de la nación, de una transferencia pacífica del poder presidencial, después de que Trump se negó a conceder las elecciones. Presentándose frente a la Casa Blanca, desató una multitud de partidarios para "luchar como el infierno" por él en el Capitolio, justo cuando el Congreso certificaba la victoria del demócrata Joe Biden. Cuando cientos de protestantes irrumpieron en el edificio, algunos con equipo táctico participando en sangrientos combates con la policía, los legisladores huyeron para salvar sus vidas. Cinco personas murieron.
El veredicto, con una votación de 57 a 43, seguramente influirá no solo en el futuro político del expresidente, sino también en el de los senadores que juraron brindar justicia imparcial como jurados. Siete republicanos se unieron a todos los demócratas para condenar, pero estaba lejos del umbral de dos tercios requerids.
El veredicto deja sin resolver las divisiones desgarradoras de la nación sobre el tipo de política de Trump, que condujo al ataque interno más violento contra una de las tres ramas del gobierno de Estados Unidos.
El juicio paso por un momento de confusión cuando los senadores de repente quisieron considerar posibles testigos, un enfrentamiento de varias horas el sábado que detuvo el impulso hacia una votación. Los procedimientos prolongados serían políticamente riesgosos, en particular para la nueva presidencia de Biden y su agenda legislativa emergente. El juicio se produjo en medio de la aguda crisis de COVID-19 y la Casa Blanca de Biden tratando de acelerar el alivio de la pandemia en el Congreso.
Biden apenas ha intervenido en los procedimientos y pasó el fin de semana con su familia en el retiro presidencial en Camp David, Maryland.
Muchos senadores mantuvieron sus votos cerrados hasta el final, en especial los republicanos en calidad de minoría. Los demócratas tomaron un estrecho control del Senado con elecciones de segunda vuelta en Georgia el 5 de enero, el día antes del asedio.
El juicio, de casi una semana, ha entregado una narrativa sombría y gráfica de los disturbios y sus consecuencias de una manera en la que los senadores, la mayoría de los cuales huyeron por su propia seguridad ese día, reconocen que todavía generan enfrentamientos.
Los fiscales de la Cámara de Representantes han argumentado que Trump fue el "incitador en jefe" que avivó una campaña de meses y orquestó un patrón de retórica violenta y afirmaciones falsas que desató el motín. Cinco personas murieron, incluido un protestante que recibió un disparo y un oficial de policía.
Los abogados de Trump respondieron que las palabras de Trump no tenían la intención de incitar a la violencia y que el juicio político no es más que una "caza de brujas" diseñada para evitar que vuelva a ocupar el cargo.
El juicio de este año incluyó advertencias de los fiscales a los senadores, indicando que Trump debe rendir cuentas porque ha demostrado repetidamente que no tener límites. Si no se controla, retará aún más las normas de comportamiento cívico; incluso ahora que está fuera de la oficina y sigue contando con seguidores leales.
ARTÍCULO POR: LISA MASCARO, ERIC TUCKER Y MARY CLARE JALONICK
FOTOGRAFÍA: TOM BRENNER
EDICIÓN Y TRADUCCIÓN POR: ELIANA GONZÁLEZ
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