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Writer's pictureEliana González

Por qué los niños aprenden mejor que los adultos

Los niños pequeños parecen singular, insaciable y maravillosamente curiosos, incluso en peligro de muerte. Se podría pensar que este impulso por explorar ayuda a los niños a aprender mucho y rápidamente; pero, ¿es realmente cierto que los niños exploran más que los adultos y que es esto lo que les ayuda a aprender?


Por qué los niños aprenden mejor que los adultos.
Por qué los niños aprenden mejor que los adultos.

No es fácil probar científicamente esta idea; ya que los adultos y los niños son tan diferentes que es difícil compararlos, pero en en un nuevo estudio publicado recientemente en la revista Cognition, la científica cognitiva de la Universidad de Nueva York, Emily Liquin, y la psicóloga Alison Gopnik encontraron una manera de darles a los niños y a los adultos exactamente el mismo problema. Efectivamente, los niños exploraron más y aprendieron más, pero a un costo. Usaron lo que se llama una "trampa de aprendizaje". Cuando los adultos prueban algo nuevo, desde ostras hasta ópera, y obtienen un mal resultado, normalmente no lo vuelven a intentar. Ese podría parecer el tipo de inteligencia más básico, incluso las ratas se mantienen alejadas de un camino que conduce a una conmoción. Pero tiene una desventaja importante. Si concluimos rápidamente que todas las ostras y óperas son indigeribles y las rechazamos para siempre, nunca sabremos que el mundo es más complicado que eso.

Los adultos a menudo están tan ansiosos por explotar que no exploran en realidad. De hecho, los trastornos de ansiedad, como las fobias y el trastorno de estrés postraumático, pueden ser el resultado de tales trampas de aprendizaje. Como el hecho de experimentar turbulencias en un vuelo y desarrollar un miedo a volar que le impide a la persona el descubrir que la mayoría de los viajes en avión transcurren con sin anormalidades. Los psicólogos pueden crear trampas de aprendizaje en el laboratorio y muchos estudios muestran que los adultos caen rápidamente en ellas. Pero ¿qué pasa con los niños?


Se le dio a 64 niños de 4 y 5 años y a 87 adultos un juego sencillo en el cual tenían la oportunidad de decidir si colocar diferentes bloques en una máquina. Si la máquina se encendía, obtenían una estrella, que se traducía en una pegatina para los niños o unos centavos para los adultos; pero si no se encendía, perdían el doble. El objetivo del juego era averiguar qué bloques hacían que la máquina se encendiera y ganar tantas estrellas como fuera posible.

Parece fácil, pero se trataba en realidad de una trampa de aprendizaje.


Supongamos que se elige un bloque de rayas blancas y se logra obtener una estrella, luego se prueba uno con manchas blancas y se pierden dos estrellas. Los adultos concluyen rápidamente que hay una regla simple: las rayas son buenas y las manchas malas, por lo que ahora, por temor a otra pérdida, ni siquiera lo intentarán con el bloque de manchas negras, como la experiencia de las ostras o la ópera descritas previamente.

Pero aquí está el truco: incluso ese mundo de bloques simple es en realidad más complicado. De hecho, la regla es que todos los bloques funcionan excepto los que tienen manchas blancas; las manchas negras están bien; pero si sigues probando las rayas y evitando las manchas, nunca lo descubrirás. De hecho, más del 70% de los adultos nunca descubrió la regla correcta. Cuando se les dio a los niños de 4 y 5 años exactamente el mismo problema, se comportaron de manera muy diferente. Se sintieron irresistiblemente atraídos por ver qué pasaría con todos los bloques, a pesar de que aman las estrellas y sabiendo que corrían el riesgo de perderlas.

Pero así como la prudencia adulta puede tener inconvenientes, la curiosidad infantil tiene ventajas. Los niños reunieron mucha más evidencia que los adultos y aprendieron mucho mejor. La mayoría de los niños descubrió la regla correcta. Sin embargo, obtuvieron menos estrellas que los adultos.

Los ingenieros informáticos hablaron de una compensación fundamental entre exploración y explotación, y las trampas de aprendizaje son un excelente ejemplo. Los adultos a menudo estamos tan ansiosos por explotar que no exploramos, tan asustados de perder estrellas que perdemos la oportunidad de aprender algo nuevo. Los niños, por el contrario, son exploradores naturales, dispuestos a sacrificar estrellas en aras de la información. Necesitas ambos tipos de pensamiento para prosperar; pero lo cierto es que los adultos podríamos aprender algo de esos niños insaciablemente curiosos.



ARTÍCULO POR: ALISON GOPNIK

EDICIÓN Y TRADUCCIÓN POR: ELIANA GONZÁLEZ


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